viernes, 5 de noviembre de 2010

Del prejuicio, la etiqueta y otras formas de pereza mental

Acto uno
Hace un tiempo, luego de una bacanal taurina compartida con amigos, en la que no dejamos una sola costilla sin roer, nos dispusimos a ver un partido de fútbol en el que uno de los equipos contendientes era Boca. Yo, por si no lo saben, soy gallina desde que era muy niñito, así que verdaderamente el match en cuestión me importaba tres carajos, hasta que, en pleno tedio deportivo, Riquelme (Román, no Larissa, que está más buena que el asado con papas del que hablaba más arriba) inventó una jugada maradoniana e hizo un golazo propio de los jugadores distintos, de los hábiles, de los mágicos.
Mi reacción ante tamaña obra de arte fue expresar a viva voz la ensoñación, el encanto, el placer que me produce Román navegando el verde césped. Al tiempo queuna voz entre la multitud dirigía a mí la siguiente pregunta: ¿Desde cuándo sos hincha de Boca, vos?, en consecuencia no me quedó otro remedio que, casi al unísono, responder: no soy de Boca, idiota, me gusta cómo juega Riquelme.

Acto dos
El otro día, en unas de las pausas habituales de la facultad, precisamente en el café de la esquina y ante la pregunta de la camarera acerca de lo que pensábamos consumir, respondí: un agua sin gas y un tostado de queso por favor. Al escuchar mi pedido, mi compañera docente, una divina de esas que no son comunes, inteligente, refinada, perspicaz, exclamó en tono de pregunta: y vos desde cuando sos vegetariano, ante lo que no me quedó otra salida que exclamar: no soy vegetariano, boluda, tengo ganas de comer un sándwich de queso.

Acto tres
El miércoles del censo, una noticia me pegó igual que una trompada de Tyson. Se murió Kirchner dijo Victor Hugo en la radio y me invadió un regusto amargo, una sensación de mierda.
Porque me guste o no, nos guste o no, Kirchner le devolvió el sentido a discusiones adormecidas o que habían sido vaciadas de contenido entre Menem, la Alianza y los eternos dueños de la opinión pública argentina. Reinstaló la importancia de la cuestión social, puso sobre el tapete la igualdad y la inclusión de las clases carecientes, la distribución equitativa de la riqueza, la justicia social, el rol fundamental del Estado, el concepto de patria grande latinoamericana y le arrebató a los ideólogos del mercado el rol decisivo de las políticas económicas.
Fue este tipo desprolijo y desaliñado, transgresor e idealista, calvinista e intemperante, el que me devolvió esos temas fundamentales de mi adolescencia, temas que creí perdidos.
Hay gente que duda, hay gente que lo quiere, hay gente que lo odia, hay gente que lo putea; el país está lleno de kirchneristas, antikirchneristas, kirchneristas arrepentidos, kirchneristas muy y kirchneristas un poco. Y muchos han pasado por todas las categorías en los últimos tiempos, en todos estos años.
A mi escaso entender, un líder que trazó una línea clara y contundente.
En unos años estaremos hablando de un antes y un después de él.
Pero que quede claro, no soy kirchnerista, imbéciles, soy uno que piensa

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