sábado, 18 de diciembre de 2010

Es el Lanata de siempre

Desde hace un tiempo da vueltas en el amplio espacio vacío que hay en mi cabeza la idea de qué es muy fácil hablar desde la tribuna. Que la falta de análisis y compromiso con la realidad social e intelectual de nuestro país favorece el ataque a los hombres probos y consecuentes con un pensamiento prístino y palpable. Todo eso pensaba cuando veía el programa de cable de Jorge Lanata en que declaraba: “me tienen harto con la dictadura”. ¿Para qué?, al otro día no hubo un solo medio en el que no se hiciera referencia a las declaraciones del inefable Jorgito, acusándolo de traidor, de auto plagiarse, de adoptar una versión ligth de aquel periodista innovador y combativo que supo ser, etcétera, etcétera, etcétera.
Una letanía interminable de abyectas invectivas que carecen redondamente de fundamento y quiero explicar por qué.
Lanata ha sido una referencia insoslayable en las últimas tres décadas. Innovador en Página 12, en día D y en la revista XXI. Ha realizado reportajes haciendo una demostración de cojones que nadie había ostentado hasta el momento como los que le hizo a Cecilia Felgueras, a Charly García, a Luis Barrionuevo, a Mariano Grondona, a José Luis Manzano y a otros que no me acuerdo. Hasta llegó a denunciar por corrupción de una empresa auspiciante de su programa.
Un periodista muy ingenioso al que el éxito lo mareó, dicen algunos, que se aburrió opinan otros, los más osados sospechan que se vendió, yo juzgo que Lanata nos mintió a todos, bueno, no a mí, que siempre lo vislumbré como un muy inteligente y acomodaticio usurpador de una ideología ajena, que supo pararse en la vereda adecuada según los acontecimientos.
En los últimos tiempos ha dicho cosas como “Me tienen harto con los '70”, “No le creo a los Kirchner su preocupación por los derechos humanos porque además compraron los organismos de derechos humanos”, “La pelea con Clarín no es una pelea ideológica, es una pelea por negocios” y disparates por el estilo que no hacen más que desenmascararlo –hasta para eso es bienvenido el gobierno K-, habla sólo de lo que le interesa, se molesta cuando no puede poner la tapa del día y abdica de antiguas creencias (si alguna vez las tuvo) sólo porque es el gobierno quién propone los temas, se parece los socialistas que votaron en contra la ejecución de algunos de sus proyectos por Perón o como Victoria Ocampo que luchaba por el voto femenino pero se opuso cuando lo concretó Eva Perón.
Convengamos, Lanata decía al aire lo que muchos de nosotros pensábamos y eso lo hizo merecedor de los elogios de quienes esperábamos un cambio de rumbo en el país, aplaudimos cada una de sus desfachatadas ocurrencias y hasta lo considerábamos progresista, sí, un periodista de buena cepa, transgresor y progre… Pero Lanata no ha dejado de ser el que fue, en realidad ha dejado de ser el que nos contó que era, porque Lanata es sencillamente el que siempre fue: un periodista buscando delimitar su propia quintita, una quinta egocéntrica, impostada y cuentapropista que se disfrazó de progre, el periodista crítico, seudo independiente e ideológicamente afable que, desde ese teatralizado progresismo desnudaba los espurios manejos del poder, pero, ¿saben algo? al lado de los gobiernos a los que criticó y con los cuales se ensañó, Aznar o Mussolini podrían parecernos progresistas, puesto que cualquier persona más o menos inteligente, con un poco de sentido social es progresista comparado con los canallescos gobiernos de Menem, De la Rúa o Duhalde. El asunto es ser progresista y tener conciencia social e inclusiva en la vecindad de un gobierno como el de los Kirchner, ese es el punto, y ahí es donde no le da el pinet a Lanata, ya que es muy difícil provenir del lugar de donde viene el gordo impresentable este y seguir siendo ideológicamente correcto frente a un gobierno que de verdad quiere cambiar las cosas.

Así que no le queda otra que emular a un nene tratando de llamar la atención con un berrinche en medio de la fiesta.
Para mí que tiene sueño.

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