sábado, 25 de diciembre de 2010

Es hora de abandonar la mera contemplación

Decía Albert Einstein: "La vida es muy peligrosa, no sólo por las personas que hacen el mal, sino y sobre todo, por las que se sientan a ver lo que pasa".

¿Qué es lo que pasa? se preguntará usted, a ver… lo que pasa es que estamos asistiendo a una nueva, y vendrán más, embestida de la derecha retrógrada argentina, esa que nunca pudo llegar al gobierno mediante elecciones democráticas, esa, la que con Eduardo Duhalde y Mauricio Macri como mascarones de proa y Techint, Magnetto y el multimedios Clarín en el rol de patéticos titiriteros han organizado las revueltas y hechos de violencia de los últimos días.

"El orden es la precondición para que los países se ordenen", dijo Duhalde, candidato a ordenar lo que sus fuerzas logren desordenar. "Ordenar significa reprimir" pero luego aclaró: "sin matar", como si, luego de su breve paso por la presidencia alguien pudiese creerle. En The Kid, el bellísimo film de
Charlie Chaplin estrenado en 1921, un niño de 6 años interpretado por Jackie Coogan rompe vidrieras a pedradas para que luego el inefable Carlitos se ofrezca a repararlas y así ganarse la vida. Ochenta y nueve años después vemos la misma película, pero mucho más berreta… ni siquiera son originales estos tipos.

El conflicto en el Parque Indoamericano tiene un tufillo a punteros pejotistas que asusta, el de plaza Constitución también.

Macri mete miedo y pide represión.

Duhalde mete miedo y responde que él sabe cómo reprimir. “Sabemos y podemos”, es su eslogan de campaña.

Uno repite que “los vecinos” de la Capital Federal viven acorralados por las villas y “la inmigración descontrolada”.

El otro se proclama como el mesías del “orden” para una Argentina que “está sedienta de paz”.

Uno exige que la Policía Federal vuelva a usar armas de fuego para sofocar la protesta social.

El otro afirma que no le va a temblar la mano a la hora de “pacificar” al país, porque incluso está dispuesto a sacar a la calle a las Fuerzas Armadas.

Son las dos caras de una sociedad política que ya no oculta sus afinidades, haciendo hincapié en los dos pilares clásicos de la desestabilización: el lenguaje del miedo y la profecía autocumplida del caos y la recuperación del orden.

Y como si todo eso fuera poco, en el discurso, casi un show evangélico, de Costa Salguero donde se lanzó como candidato a las próximas presidenciales, Duhalde recomienda: “No tengan miedo de hablar de represión, que no es matar a nadie”, desentendiéndose de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, ocurridos en 2002 durante su interinato en la Casa Rosada y por el fuego de la Policía Bonaerense. Ese mismo día, Macri, parafraseando a Martin Niemoller en un alarde de imaginación desconocida para mí, redondeó la idea apelando al pánico ante los vecinos asustados. “Hoy le tocó al club Albariño, ayer fue el Parque Indoamericano, ya están en Retiro, en cualquier lugar, van a ir a la casa de cualquiera”, razonó el jefe de gobierno porteño, que hace tiempo decidió abandonar la moderación impostada con la que alguna vez quiso edulcorarse.

Estemos atentos, comprometámonos y reflexionemos, sí, fundamentalmente reflexionemos acerca de lo que vemos y oímos, de lo que nos quieren hacer ver y de lo que quieren que escuchemos…nos espera el destino que nos hayamos merecido.

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