miércoles, 24 de noviembre de 2010

Silencio

Un día el amor se acaba
y todo ese sortilegio
trueca en apabullante certidumbre
que demuele muros
y atraviesa fronteras.
Las palabras son ruido
que vienen a enmudecer
el ensordecedor silencio.

lunes, 22 de noviembre de 2010

La vida debería ser al revés

Se debería empezar muriendo y así ese trauma quedaría superado.
Luego te despiertas en un Hogar de ancianos mejorando día a día.
Después te echan de la Residencia porque estás bien y lo primero que haces es cobrar tu pensión.
Luego, en tu primer día de trabajo te dan un reloj de oro.
Trabajas 40 años hasta que seas bastante joven como para disfrutar del retiro de la vida laboral.
Entonces vas de fiesta en fiesta, bebes, practicas el sexo, no tienes problemas graves y te preparas para empezar a estudiar.
Luego empiezas el cole, jugando con tus amigos, sin ningún tipo de obligación, hasta que seas bebé.
Y los últimos 9 meses te pasas flotando tranquilo, con calefacción central, roomservice, etc. etc..
Y al final... ¡Abandonas este mundo en un orgasmo!
 
QUINO, un genio.

¿Qué les pasa a los libreros?

Antes que nada aclararé, tomaré posición: estoy a favor de la cruza de géneros, no soy racista y fui uno de los muchos que festejamos la ley de igualdad de géneros, no creo en exclusiones genéticas de ningún tipo, tampoco para escribir. No adscribo a la etiqueta como modo de encasillamiento, estancamiento o lo que se le parezca, me molestan los ghetos y soy un ferviente impulsor, en mi actividad profesional, de la adaptabilidad, la flexibilidad y la versatilidad, en arquitectura tanto como en la escritura. Los libros descienden de libros y sus enlaces no se forman por arreglos de conveniencia o pureza sino por móviles más pasionales, con sus saltos, cortes, cambios y fusiones. Poco importa si un libro es autobiografía, novela o ensayo. Basta con que sea bueno. Hay libros que no se dejan atrapar por las definiciones y existen otros que no se dejan atrapar por nadie fruto de su paupérrima calidad y estoy muy de acuerdo con eso porque prefiero que nadie los atrape, en ninguno de los dos casos.
El escritor, en su búsqueda, a veces mezcla las cosas porque se mueve guiado por las imposiciones de lo que escribe, no por cómo dicen que tiene que escribir. Pero hay una gran diferencia entre mezclar géneros –entre revisar qué es ficción y no ficción o si tiene sentido esa pregunta, por ejemplo– y confundirlos por descuido o ignorancia cuando ya fueron escritos.
Dos días después de la muerte de Saramago fui a una librería de la avenida Constitución a buscar El Evangelio según Jesucristo, el único de sus libros que no había leído. Me dirigí a la sección Ficción en Español y el bendito libro no estaba donde debía, es decir al lado de Ensayo sobre la Ceguera, El Hombre Duplicado o Todos los Nombres. Lo que había vislumbrado como una sencilla faena empezaba a complicarse. Eso no me extrañó mucho. Los clientes, fruto de la militante necrofilia argentina, deben arrasado con la obra de Saramago, me dije. No estaba en ensayos. No era del grupo de best-séllers, imposible que estuviera ahí, ¿no habrá quedado ni un ejemplar, pensé? Le pregunté a un chico que tenía una credencial en el pecho. Fue a su monitor, tecleó, se dio vuelta y me dijo que el libro estaba en la sección de religiones. ¡Era lo lógico! No estaba ni en ficción ni en no ficción. Había cambiado su condición de existencia.
En algunas librerías, por alguna razón, será por eso del vino sagrado y el pan o qué se yo, la zona religiosa a veces es vecina de la de gastronomía. Para colmo, cuando hay poco lugar, como en esta de la que hablo, las mesas se juntan demasiado y se produce un efecto dominó: algunos libros ruedan de mesa en mesa, en una insólita circulación de sin-sentidos. Esa fue la explicación que me di para entender por qué encontré El Evangelio según Jesucristo junto a una pila de ejemplares de Recetas Criollas para Cocinar en Disco de Arado. En ese mundo de criterios despiadados, la disposición de los libros responde a coordenadas imprevisibles. Aquí no hay lugar para la sutileza ni para leer entre renglones. Los nombres de algunos escritores excelentes ni siquiera despiertan un deja vu. Entre algunas librerías y otras hay la misma diferencia que entre escribir de verdad y calcar fórmulas, entre adueñarse del lenguaje y someterse a las revisiones de un corrector de Word que no sabe de matices ni contextos.
Es una pena pero a veces es así. Comprar un libro no debería ser una empresa para instruidos o expertos. Borges imaginaba el mundo como una gran biblioteca, pero también es posible imaginarlo como una librería literal. Los libros serían parte de catálogos al mismo tiempo lógicos y extraños. ¿A dónde irían a parar algunos libros desde una central de clasificaciones concretas? Acá van algunos ejemplos para los libreros amigos:
Yo Robot: Autobiografía.
Las Venas Abiertas de América Latina en  Medicina (aunque pensándolo bien podría estar en Geografía), La Peste y Ensayo sobre la Ceguera también.
Los viajes de Gulliver: Turismo, junto a Viaje al Centro de la Tierra y la Vuelta al día en 80 mundos, por supuesto.
Ciudad de Cristal en Arquitectura y Diseño al lado de La Casa de las Bellas Durmientes.
Historia Universal de la Infamia seguramente iría en Historia porque por suerte todavía no existe la sección Infamia.
Mi Planta de Naranja Lima con el Libro de la Selva y Las Palmeras Salvajes terminaría en Parques y Jardines.
El Gatopardo ocuparía un lugar en el anaquel de Animales y Mascotas, con Moby Dick y Colmillo Blanco –que no estaría de más en la vidriera de una librería que quede cerca de la Facultad de Odontología, lástima que acá en Mar del Plata no tenemos, ¿será por eso que Jack London se vende poco?
Algunos libros podrían plantear serios dilemas. Después de dar por sentado que la Divina comedia es, justamente, una comedia, ¿hay que mandarla a Teatro o Religiones? Algunos libros terminarían en varios sitios a la vez. No hay que tomarse estas cuestiones a la ligera. ¿No implica acaso una importante toma de posición poner La Rebelión de las Masas en Filosofía o Repostería?
Pero ese no es el único problema cuando uno, que le escapa al asesoramiento del empleado de cualquier negocio del destino que fuere, hace un vano intento por encontrar el librito ese que tiene ganas de leer… ¿Alguien tendría la amabilidad de explicarme por qué en la muy paqueta y sibarita librería de Güemes los libros están desordenados alfabéticamente? Si, desordenados alfabéticamente, aunque la inefable propietaria del lugar se empeñe en explicar que acomoda los libros con un orden determinado y particular que es muy difícil de entender… a eso en mi barrio le llamamos desorden.
Insisto, ¿qué les pasa a los libreros?

domingo, 21 de noviembre de 2010

Uno que nos ayudó a pensar

Carta abierta a la patria

“Esta tierra sobre los ojos, este paño pegajoso, negro de estrellas impasibles, esta noche continua, esta distancia. Te quiero, país, tirado abajo del mar, pez panza arriba, pobre sombra de país, lleno de vientos, de monumentos, de esperpentos, de orgullo sin objeto, sujeto para asaltos, estúpido curdela inofensivo puteando y sacudiendo banderitas, repartiendo escarapelas en la lluvia, salpicando de babas y estupor canchas de fútbol y ring sides. Pobres negros. Te estás quemando a fuego lento y donde el fuego, donde el que come los asados y tira los huesos, malandras, cajetillas, señores y cafishios, diputados, tilingas de apellido compuesto, gordas tejiendo a dos agujas, maestras normales, curas, escribanos, centroforwards livianos, Fangio solo, tenientes primeros, coroneles, generales, marinos, sanidad, carnavales, obispos, bagualas, chamamés, malambos, mambos, tangos, secretarías, subsecretarías, jefes, contrajefes, truco, contraflor al resto.

Y qué carajo si la casita era un sueño, si lo mataron en pelea, si usted lo ve, lo prueba, y se lo lleva, liquidación forzosa, se remata hasta lo último. Te quiero, país tirado a la vereda, caja de fósforos vacía. Te quiero, tacho de basura que se llevan sobre una cureña envuelto en una bandera que nos legó Belgrano, mientras las viejas lloran en el velorio, y anda el mate con su verde consuelo, lotería de pobre. En cada piso hay alguien que nació haciendo discursos para algún otro que nació para escucharlos y pelarse las manos.

Pobres negros que juntan las ganas de ser blancos, pobres blancos que viven en un carnaval de negros. Qué quiniela, hermanito, en Boedo, en La Boca, en Palermo y Barracas, en los puentes, afuera, en los ranchos que paran la mugre de la pampa, en las casas blanqueadas del silencio del Norte, en las chapas de zinc donde el frío se frota, en la Plaza de Mayo, donde ronda la muerte trajeada de mentira.

Te quiero, país desnudo que sueña con un smoking, vicecampeón del mundo en cualquier cosa, en lo que salga: tercera posición, energía nuclear, justicialismo, vacas, tango, coraje, puño, viveza y elegancia. Tan triste en lo más hondo del grito, tan golpeado en lo mejor de la garufa, tan garifo a la hora de la autopsia. Pero te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algo saldrá de este sentir. Hoy es distancia, fuga, no te metas, que vachaché, dale que va, paciencia. La tierra, entre los dedos, la basura en los ojos, ser argentino es estar triste, ser argentino es estar lejos, y no decir mañana porque ya basta con ser flojo ahora. Tapándome la cara, me acuerdo de una estrella en pleno campo, me acuerdo de un amanecer de Puna, de Tilcara de tarde, de Paraná fragante, de Tupungato arisca, de un vuelo de flamencos quemando un horizonte de bañados. Te quiero país, pañuelo sucio, con tus calles cubiertas de carteles peronistas, te quiero sin esperanzas y sin perdón, sin vuelta y sin derecho, nada más que de lejos y amargado. Y de noche”.


Julio Cortázar, 1955

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Todavía quedan hijos de puta

http://www.lanueva.com/edicion_impresa/nota/9/11/2010/ab9004.html


Este artículo se publicó el martes en el Diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, obviamente sin firma, aunque sospecho quién puede ser el autor de semejante hijaputez, el director de tal pasquín es Vicente Massot ex viceministro de Defensa de Menem, cargo al que debió renunciar luego de reivindicar la tortura.Confieso que, mal que me pese, tengo que coincidir en algo, a mí también me pone mal la muerte de Massera en las condiciones en las que se dio, este emblema del genocidio, apropiador de bebés, asesino de inocentes, torturador y cobarde ladrón debió de haber terminado su miserable vida en la cárcel.

martes, 9 de noviembre de 2010

Viaje

Cuando el avión despegó reconocí la inquietud y el vértigo que transformaba mi aparente e impostado sosiego en una tensa vigilia. Mi hijo miraba a través de la ventanilla, absorto, exultante, concentrado en absorber cada uno de los detalles, hasta el más minúsculo, de su gran, nueva experiencia. Yo no paraba de sudar. El pasajero que iba sentado en la butaca de adelante tenía pinta de iraní, por lo que fantaseé con que tal vez de un momento a otro iba a sacar uno de esos fusiles rusos, un ak 47 y secuestrar el avión. La ocurrencia me hizo sonreír. Al cabo de un rato, en una indolente duermevela, me puse a recordar mi infancia y parte de mi adolescencia en aquella ciudad que habíamos dejado atrás.
Para mi sorpresa, me di cuenta de que recordaba muchas cosas. Me acordaba, por ejemplo, de las paredes de la casa paterna, que eran de madera y de cómo se mojaban los tablones cuando caían esas lluvias interminables del invierno. También recordaba el bar de Mingo, que estaba unas tres casas más allá. Nítidamente las imágenes del bar se amontonaban en mi memoria y fundamentalmente la cancha de bochas ubicada en el patio trasero, a la que, junto con mis primos, entraba a través del portillo de la medianera del baldío vecino. ¡Si parece que estuviera ocurriendo ahora!
Y más recuerdos. Una chica llamada Gabriela, otra llamada Viviana y otra, Alejandra, las hermanas Pedrosa y una cuyo nombre he olvidado, pero a la que besé en el día del último cumpleaños de mi abuelo. Las figuritas y los campeonatos de fútbol en la parroquia. El rostro de mi amigo Roberto y el de su hermana, María José. Los ataques de asma. Una tarde en que creí que me estaba volviendo loco. Otra tarde en me colé en el cine. El día de la lluvia, cuando rompí mi bote a pilas.
Por supuesto, hice más cosas que aún recuerdo: batí mi propio récord de tiempo escondido de mis padres, batí mi propio récord de masturbaciones, batí mi propio récord de páginas leídas en un día, batí mi propio récord de felices horas perdidas sin hacer absolutamente nada.
Fui feliz allí, menos mal que decidí partir.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Buscando a Clara Anahí Mariani


Querida nieta:
Soy tu abuela "Chicha" Chorobik de Mariani, te busco desde el momento en que mataron a tu madre y te secuestraron de tu hogar en la calle 30 Nº 1134 de La Plata, República Argentina. Era el 24 de noviembre de 1976 y tenías 3 meses de edad. Desde ese momento con tu padre te buscamos hasta que a él también lo asesinaron. A pesar de que trataron de convencerme de que habías muerto en la balacera, yo sabía que estabas viva. Hoy está comprobado que sobreviviste y estás en poder de alguien. Ya tienes 31 años y tu número de documento probablemente sea cercano al 25.476.305 con el que te anotamos. Yo quisiera pedirte que busques fotos de cuando eras bebé y las compares con las que acompañan este texto.
Quiero contarte que tu abuelo paterno se dedicó a la música y yo a las artes plásticas; que tus abuelos maternos se dedicaron a las ciencias, que tu mamá amaba la literatura y tu papá era licenciado en economía. Amos tenían un gran sentido de la solidaridad y compromiso con la sociedad. Algo de todo eso tendrás en tus inclinaciones de vida porque, a pesar de que hayas sido criada en un hogar distinto, uno guarda internamente los genes de sus antepasados. Seguramente hay muchas preguntas sin respuesta que aletean en tu interior.
A mis más de 80 años mi aspiración es abrazarte y reconocerme en tu mirada, me gustaría que vinieras hacia mi para que esta larga búsqueda se concretara en el mayor anhelo que me mantiene en pie, el que nos encontremos.
Clara Anahí, mientras te espero seguiré buscándote.
Te abraza, tu abuela "Chicha Mariani
".

De regreso a casa

Mucho tiempo había pasado desde que pisé por última vez el empedrado de las calles del pueblo. Lo recordaba con esa tranquilidad casi abusiva, con esa pasma monótona, petrificado en una brillante inmovilidad, y no obstante, sabía que alguna vez iba a llegar el momento del regreso, y eso era ahora.
No añoraba nada de ese lugar. No añoraba las tardes de pesca en el río ni las festividades patronales en la plaza central frente a la iglesia, tampoco extrañaba los juegos en la vereda de la casa familiar con los amigos de la infancia ni los largos paseos a caballo con mis hermanas y mi madre, nada de eso evocaba, no había nada en este mundo que me ligara sólo un ápice a ese mortífero sopor pueblerino, es más, lo desdeñaba. Si. Desdeñaba todos y cada uno de los recuerdos que me vinculaban a ese miserable pueblito perdido en el medio de alguna parte, olvidado de todo y de todos, un lugar indigno para mí, me había acostumbrado a vivir en la capital, ahí donde las cosas eran diferentes. Si. Decididamente eso era lo que a mí me gustaba, la gran ciudad, allí donde el vértigo de las luces y los automóviles es manifiestamente palpable, allí donde dicen que Dios atiende, donde la velocidad puede tocarse, donde todo pasa por delante de las narices y basta con estirar el brazo para poder tenerlo, si definitivamente ese era mi lugar y no ese caserío de mala muerte a donde, sin embargo, estaba regresando.
Profesaba un odio acérrimo a ese pueblo que me había convertido en uno de esos espectros con los que, durante la infancia nos atormentan por la noche, uno de esos espectros que se ponen a horcajadas sobre nosotros y nos chupan la sangre, dominadores, huidizos y tiránicos, pero, sin la menor duda, si los dados de la fortuna hubieran caído de una manera más favorable a mi persona, la historia hubiera sido otra. Pero no era esta historia. No.
Nada que estuviera relacionado con mi infancia era realmente significativo. Nada. Ni siquiera prestaba atención a las cartas que periódicamente enviaba mi madre, como si un infinito mecanismo de negación gobernara todo mi ser, para convertir a los recuerdos en sucesos que están y no están dentro de la cabeza, como fantasmas tangibles, condenados a sobrevivir en un mundo al que ya no pertenecen.
La última carta estaba llena de referencias a la construcción de la nueva estación de trenes del pueblo, un edificio impresionante, de una arquitectura maciza de estilo inglés, con balaustres y ornamentos en hierro, vidrios emplomados, techo de pizarra y dos torretas de magníficas proporciones desde donde se podía ver la llegada del tren. Su construcción significaba un gran paso para el pueblo, un signo de prosperidad, sin embargo nada de eso tenía valor para mí, la vida en la gran metrópoli era otra cosa, carecía de cualquier sentimiento de pasión, ya fuera por una cosa o una persona, vivir allí anónimamente, sin mostrarse bajo ninguna circunstancia, a cierta distancia de la gente para evitar sumergirme en el torbellino de las cosas era lo que más me gustaba. Comía, iba a trabajar y volvía a la pensión, como si a pesar de todo, yo no estuviera allí. Vivía ajeno a las miradas de los otros, lejos de los ojos inquisidores del pueblo, que me escrutaban pidiéndome respuestas. Y sin embargo estaba volviendo.
Vi las primeras casas mientras el tren corría en lo alto del terraplén. Tenía la impresión de estar en una película de ciencia ficción en la que sólo quedaba un último hombre sobre la Tierra, tras la fulminación de cualquier tipo de vida. Algo en el aire evocaba un Apocalipsis. No había calefacción y el frío y el miedo se mezclaban en una sensación de angustia que me resecaba los labios. Aparté los ojos de la ventanilla y miré con desgano el interior del vagón, un antiguo carruaje de principios de siglo, incómodo, con bancos de madera mal pintados de ocres y de verdes. Estaba casi vacío. La única y minúscula señal de vida consistía en las tres personas que me acompañaban. Tenía frente a mis ojos el gran cuadrante blanco del reloj del vagón, las agujas no avanzaban nunca, como si levitaran en un instante infinito. El tren avanzaba y la nausea crecía. En ese momento pensé que la vida en la capital era mejor, que nadie reparaba en mí, camuflado entre la gente y también pensé que ya nada sería como antes. Entonces, la tregua, el abandono bucólico de la contemplación del paisaje desaparecieron y fui otra vez el nudo de tensiones de los dos últimos días de huida. Aquello que había pretendido dejar atrás con el tiempo y la distancia terminaba por alcanzarme y viajaba conmigo hacia el momento funesto.
Cuando el tren entró en el pueblo los vi, una larga hilera de personas y atrás otra, y otra más, una multitud se había reunido para verme llegar, para cerciorarse que, de una vez y para siempre había regresado a saldar mis deudas. Parecían siluetas de cartón recortadas contra el furibundo cielo anaranjado. Ya estaba a punto de detenerse el tren y seguía descubriendo gente, rostros serios, adustos, ajados por el tiempo y la memoria, una multitud prácticamente interminable a la sombra de la imponente estructura de madera que dominaba toda la escena.
“No hay escapatoria” me dije, al tiempo que una leve brisa mecía la rústica cuerda del nudo corredizo.

La casa de los conejos


Leí hace un tiempo "La casa de los conejos", una excelente novela que habla de la clandestinidad, de la conciencia y del temor, pero, sobre todo, de la esperanza de los ojos infantiles por seguir abiertos. En cada una de las descripciones de la autora cohabitan una conmovedora belleza , una dignidad sobrecogedora y, más aun, un delicado registro de continuos descubrimientos y asombros que dan espacio a la fidelidad de conciencia. Entre la muerte y los juegos infantiles, no hay casi transición. Un relato que estremece porque lo hace en tono muy íntimo, sin golpes bajos.
En estos momentos ando con "Jardín blanco", de la misma autora, luego les cuento
.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Amores Tangos - Milonga Cardinal




Hermosa milonga interpretada magníficamente.
Amores Tangos nace a principio de 2008, como un encuentro de músicos y amigos, que luego de haber tocado en distintas orquestas y escenarios de Buenos Aires, deciden juntarse y armar una banda.
Jose Teixidó, en guitarra y dirección, Nicolás Perrone en bandoneón, Lucas Furno en violín, Gerardo De Mónaco en contrabajo, y Juan Pablo Gallardo en piano, son Amores Tangos y desde entonces, se han presentado en teatros, bares, milongas porteñas, y en toda la Argentina, con una gran respuesta del público.
En el sonido del grupo, se mezclan el Tango, la música latinoamericana, el jazz, la música de los Balcanes, y también hay espacio para la improvisación y el juego.
Su repertorio incluye tangos propios y clásicos, valses y milongas, bossa nova, cumbias y canciones, interpretadas desde una mirada libre y contemporánea.
En diciembre de 2009 Amores Tangos, edita su primer trabajo discográfico, “Orquesta de Carnaval” de producción independiente.
Con arreglos simples que destacan melodías, el grupo logra un disco de sonido envolvente que invita a escuchar desde la primera hasta la última canción.
A la formación del quinteto se suman nuevos instrumentos, el acordeón, el saxo, la melódica, el cello de Paula Pomeraniec, la percusión de Martín González, y la voz Osvaldo Peredo.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Del prejuicio, la etiqueta y otras formas de pereza mental

Acto uno
Hace un tiempo, luego de una bacanal taurina compartida con amigos, en la que no dejamos una sola costilla sin roer, nos dispusimos a ver un partido de fútbol en el que uno de los equipos contendientes era Boca. Yo, por si no lo saben, soy gallina desde que era muy niñito, así que verdaderamente el match en cuestión me importaba tres carajos, hasta que, en pleno tedio deportivo, Riquelme (Román, no Larissa, que está más buena que el asado con papas del que hablaba más arriba) inventó una jugada maradoniana e hizo un golazo propio de los jugadores distintos, de los hábiles, de los mágicos.
Mi reacción ante tamaña obra de arte fue expresar a viva voz la ensoñación, el encanto, el placer que me produce Román navegando el verde césped. Al tiempo queuna voz entre la multitud dirigía a mí la siguiente pregunta: ¿Desde cuándo sos hincha de Boca, vos?, en consecuencia no me quedó otro remedio que, casi al unísono, responder: no soy de Boca, idiota, me gusta cómo juega Riquelme.

Acto dos
El otro día, en unas de las pausas habituales de la facultad, precisamente en el café de la esquina y ante la pregunta de la camarera acerca de lo que pensábamos consumir, respondí: un agua sin gas y un tostado de queso por favor. Al escuchar mi pedido, mi compañera docente, una divina de esas que no son comunes, inteligente, refinada, perspicaz, exclamó en tono de pregunta: y vos desde cuando sos vegetariano, ante lo que no me quedó otra salida que exclamar: no soy vegetariano, boluda, tengo ganas de comer un sándwich de queso.

Acto tres
El miércoles del censo, una noticia me pegó igual que una trompada de Tyson. Se murió Kirchner dijo Victor Hugo en la radio y me invadió un regusto amargo, una sensación de mierda.
Porque me guste o no, nos guste o no, Kirchner le devolvió el sentido a discusiones adormecidas o que habían sido vaciadas de contenido entre Menem, la Alianza y los eternos dueños de la opinión pública argentina. Reinstaló la importancia de la cuestión social, puso sobre el tapete la igualdad y la inclusión de las clases carecientes, la distribución equitativa de la riqueza, la justicia social, el rol fundamental del Estado, el concepto de patria grande latinoamericana y le arrebató a los ideólogos del mercado el rol decisivo de las políticas económicas.
Fue este tipo desprolijo y desaliñado, transgresor e idealista, calvinista e intemperante, el que me devolvió esos temas fundamentales de mi adolescencia, temas que creí perdidos.
Hay gente que duda, hay gente que lo quiere, hay gente que lo odia, hay gente que lo putea; el país está lleno de kirchneristas, antikirchneristas, kirchneristas arrepentidos, kirchneristas muy y kirchneristas un poco. Y muchos han pasado por todas las categorías en los últimos tiempos, en todos estos años.
A mi escaso entender, un líder que trazó una línea clara y contundente.
En unos años estaremos hablando de un antes y un después de él.
Pero que quede claro, no soy kirchnerista, imbéciles, soy uno que piensa

Cabecita Negra


Para entender la temática peronista en lo que a lucha de clases e inclusión de los desposeídos se refiere, no viene mal un vistazo a “Cabecita negra” el cuento paradigmático de Germán Rozenmacher, que, siguiendo la temática de “El matadero” de Esteban Echeverría, crea una ficción de realidad conceptual de civilización y barbarie.
“Cabecita negra” desde el comienzo plantea una inversión en el sentido históricamente atribuído al salvaje, al bárbaro, al inmigrante, al monstruo en tanto polaridades brutales de sus dicotomías y en tanto clases populares.
Mediante el uso de la estética del realismo, la verosimilitud, la representación de lo real, de la acción y los conceptos, más la presencia de elementos políticos y sociales de temática peronista y también por el modo en que la ciudad expresa, en su configuración y en sus descripciones, los cambios sociales, la llegada del inmigrante desde el interior de las provincias, o la misma utilización de la expresión “cabecita negra” para designar a esos inmigrantes, Rozenmacher bosqueja un muy creíble escenario que permite comprender algunos planteos gorilas contemporáneos.

Don Alfredo, el socialista solitario

Aquel niño, que había nacido un 10 de agosto de 1880, comenzó a sentir la realidad a través de los Evangelios que le leía su madre. Allí escuchó por primera vez palabras como igualdad, justicia, oprimidos y liberación. El Sermón de la montaña con sus bienaventuranzas lo marcó a fuego. Y decidió, como muchos antes que él, que había que hacer realidad aquellas palabras de Jesús. En un principio creyó encontrar el camino en los Círculos Católicos de Obreros, pero comenzó a sentir que no había tiempo para esperar la redención celestial y su discurso se fue volviendo tan inconveniente a los ámbitos clericales como coherente con las ideas socialistas que comenzaban a difundirse en nuestro país, de la mano de los inmigrantes que llegaban de a miles a la tierra de la gran promesa. Consolidó sus ideas en su época de estudiante de derecho, donde decidió que su título estaría al servicio de los nadies, los humillados y desprotegidos de la sociedad colocando en la puerta de su casa aquella famosa placa: "Dr. Alfredo Palacios, Abogado. Atiende gratis a los pobres".
Cuando presentó su tesis doctoral titulada "La miseria en la República Argentina", los académicos de la Facultad de Derecho de entonces la rechazaron, argumentado que contravenía el artículo 40 de la Ordenanza General Universitaria, que prohibía atentar contra las instituciones. Allí decía Palacios: "Sabiendo que nuestros gobiernos tienen por norma de conducta el despilfarro y que las defraudaciones y los latrocinios se cometen a diario y quedan impunes (.) Que contesten esos suicidas morales que formando círculos han rodeado a todos lo gobernantes para lucrar a la sombra de las grandes empresas. Ellos son los responsables de la ruina del país; ellos, que han hecho levantar palacios con los dineros del pueblo para habitarlos después de la catástrofe, encastillados en su asqueroso egoísmo, o que con las arcas repletas desparraman a manos llenas en el viejo Continente el oro que malversaron".
Se incorporó al naciente Partido Socialista y llevó en 1904 por primera vez estas ideas a un Parlamento del continente. Desde la soledad de su banca presentó decenas de proyectos en defensa de los trabajadores y los derechos de las mujeres y los niños, y en 1907 logró aprobar la Ley de descanso dominical. El diputado conservador Belisario Roldán se quejaba del estilo de Palacios y sus seguidores: "Creo que esa turba que a diario acompaña al señor diputado hasta las puertas de esta casa, turba que suele honrarnos con sus silbidos y que para algunos constituye la expresión misma de la soberanía popular, no es otra cosa que la prolongación del despotismo sectario. Creo que mi país se debe seguir desarrollando sin que banderas rojas, que serán siempre trapos intrusos en su seno, turben la augusta majestad de su marcha".
Fue uno de los más notables impulsores de la Reforma Universitaria y de la defensa de la autodeterminación de los pueblos latinoamericanos. Opositor al último gobierno de Yrigoyen, se opuso sin embargo en estos términos al golpe inminente: "La juventud debe fiscalizar celosamente a la oposición, que no siempre es digna y detrás de la cual se agazapa el ejército. La juventud no podrá honrosamente llamarse así si permitiera, sin que la masacren, que gobernara el país una dictadura militar". Durante la década infame tuvo una actuación parlamentaria notable. En 1937, Palacios recorrió Santiago del Estero, Salta, Tucumán y Jujuy y tomó contacto con Salvador Mazza, quien trabajaba sobre el Mal de Chagas.
El notable infectólogo le entregó un informe sobre la grave situación sanitaria de la región y la única medicación efectiva: la construcción de viviendas dignas vinculadas a la creación de fuentes de trabajo estables en las zonas afectadas. De regreso de aquel viaje, Palacios presentó en el Senado su Plan Sanitario y Educativo de Protección a los Niños que es ignorado por aquel parlamento complaciente con el modelo social imperante en aquella Argentina atendida por sus dueños. También insistió con su proyecto de ley de voto femenino, que ni siquiera fue tratado en el recinto. En 1942, volvió a recorrer el Noroeste y a denunciar la inacción del régimen conservador frente a enfermedades como el bocio endémico, la fiebre ondulante, el paludismo y mal de Chagas. Palacios sabía que todos aquellos males tienen los mismos agentes transmisores: la pobreza, el ninguneo, la miseria extrema a la que venían sometidas aquellas poblaciones desde el fondo de los tiempos.
Desde el Senado luchó contra el monopolio del transporte, por la nacionalización del petróleo, de los ferrocarriles y de la tierra y denunció la penetración extranjera. Denunció negociados escandalosos como el de las tierras del Palomar, en el que estaban implicados altos oficiales del Ejército y ministros del gobierno de Ortiz.
Frente al peronismo coincidió con una parte importante de la izquierda en caracterizar a Perón "como un líder fascista que venía a frenar el ascenso del sindicalismo de izquierda" y en negarse a reconocer las mejoras sociales palpables obtenidas por los trabajadores durante el peronismo. Esta férrea oposición le valió la persecución y el exilio desde donde pudo ver cómo muchos de sus proyectos de ley que habían dormido años el sueño de los justos en el Parlamento eran aprobados por aquel gobierno que detestaba.
Participó activamente de la llamada Revolución Libertadora de la que fue embajador en Uruguay, pero se opuso públicamente a los fusilamientos ordenados por Aramburu y Rojas, y como abogado defendió a presos políticos peronistas como Miguel Unamuno. Apoyó la Revolución Cubana y el 5 de febrero de 1961 fue electo senador por la capital por el Partido Socialista Argentino. Su primer acto como tal fue visitar a los presos políticos y gremiales y el 20 de mayo de 1961, revólver en mano, secuestró una picana eléctrica usada por la policía de San Martín. Desde su banca presentó 15 proyectos de ley sobre amnistía a los que cometieron "delitos" políticos, gremiales y de opinión; pidió el levantamiento del estado de sitio y de la intervención en varias provincias, y propugnó la creación del Seguro Nacional de Maternidad.
Cuando en marzo del 62 triunfó el peronismo en la provincia de Buenos Aires, sostuvo que debía entregarse el gobierno a los triunfadores y que las Fuerzas Armadas no debían intervenir. Tras el golpe de marzo de 1962, pedirá la liberación de Frondizi, desconociendo al nuevo gobierno de Guido.
Fue designado profesor emérito por el rector de la UBA Risieri Frondizi en julio del 62 y se opuso al enfrentamiento de Azules y Colorados, acusando a ambos bandos militares de facciosos y enemigos de la democracia. En abril de 63, fue elegido diputado nacional por el PSA. Realiza su tarea de legislador desde su casa. Desde allí se dirige al presidente Illia pidiéndole que en la reunión de cancilleres de la OEA la Argentina no vote sanciones contra Cuba, defendiendo el principio de autodeterminación de los pueblos y la no intervención.
Presentó 82 iniciativas parlamentarias. La última, ingresada el 1 de diciembre de 1964, fue la declaración de interés nacional de las investigaciones de causas de mortalidad infantil y creación del Instituto Nacional de Investigaciones Pediátricas. El 20 de abril de 1965 murió trabajando por los demás el hombre que había dicho: "¡Manos a la obra, señores diputados! ¡Construyamos el derecho nuevo con entusiasmo! ¡Dejemos a un lado ese optimismo enervante, generador seguro del estancamiento e hijo ilegítimo de la ignorancia! ¡Acordémonos de quien dijo con gran verdad que la actitud pasiva es suicida, que la lógica de la ciencia es la acción, y que sólo los cerebros y las manos ocupadas son capaces de atenuar los males que afligen al mundo!"

Felipe Pigna, historiador.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Quisiera que me recuerden

Quisiera que me recuerden sin llorar ni lamentarme

quisiera que me recuerden por haber hecho caminos

por haber marcado un rumbo

porque emocioné su alma

porque se sintieron queridos, protegidos y ayudados

porque interpreté sus ansias

porque canalicé su amor.

Quisiera que me recuerden junto a la risa de los felices la seguridad de los justos

el sufrimiento de los humildes.

Quisiera que me recuerden con piedad por mis errores con comprensión por mis debilidades

con cariño por mis virtudes,

si no es así, prefiero el olvido, que será el más duro castigo por no cumplir mi deber de

hombre.


Joaquín Enrique Areta